Cada época presenta unas características particulares. Con los cambios sociales aparecen nuevos valores, modos diferentes de relación, que configuran cada momento de una manera específica. Unidos a estos nuevos valores y también a los avances científicos surgen otras formas de manifestar el malestar, nuevos síntomas relacionados con la forma de vida, con los ideales contemporáneos o la falta de los mismos. Podemos decir que estos síntomas aparecen como una respuesta o como un interrogante que cuestionan la realidad social. La actualidad social se configura como un momento especialmente violento. La violencia de todo tipo está a la orden del día. Se puede decir que la violencia es uno de los avatares principales de nuestro tiempo. Un modo de violencia es lo que llamamos hoy el maltrato psicológico… lo que es el plato de cada día en la mesa de muchas parejas en la actualidad, y es un plato amargo. Este maltrato es un vector que va en los dos sentidos, tanto de ella hacia él, como de él hacia ella. Pero lo paradójico del asunto es que este maltrato que ambos se propician, sale de un modo automático e involuntario… ¡se maltratan pero no quieren hacerlo!
Vivimos una época en la que la efectividad, la rapidez, la competitividad, la consecución de objetos y objetivos tiene que hacerse de modo inmediato, las aspiraciones de conseguir éxito o dinero o ambas cosas, están en el ánimo de mucha gente. Se vive en pos del logro y el mantenimiento de una imagen de juventud y de belleza y esto está presente de forma constante en todos los ámbitos; y todo esto se convierte en una presión que sufre todo el mundo y a diario.
Esta presión en forma de demanda social y/o familiar, de ser alegre, guapo, dinámico, exitoso, decidido, buen padre, buena madre, y un sinfín de cosas más, no hace otra cosa que conectar, con lo más íntimo del sujeto, con sus propias exigencias internalizadas que tienen esa misma forma, esas mismas palabras, y la mayor parte de las veces inconscientes, es decir que permanecen en el anonimato para la conciencia del sujeto, pero que ejercen una labor de interrupción y de zapa, por así decir, en la vida cotidiana.
En la actualidad, parece que no hay tiempo para que una persona, un hombre o una mujer, se paren a preguntarse qué les pasa, cuál es la causa de su malestar, porqué sin que ellos lo quieran se sienten mal. Pero en el caso de hacerlo, resulta urgente resolver ese malestar cuanto antes y por el método que sea más rápido y eficaz. Sin embargo, los interrogantes del sujeto sobre su existencia, su ser; sobre la vida, sobre sus ilusiones, sus ideales y sus frustraciones siguen estando ahí, y muy probablemente su olvido y aparcamiento sea motivo de conflicto.
Es muy común escuchar en la consulta demandas para tratar sólo un tema muy específico, es decir atender a un síntoma en concreto. La persona que acude necesita rapidez y efectividad. Sobre todo quiere recibir un diagnóstico, un pronóstico y porqué no… un tratamiento. Y sobre todo saber cuánto tiempo va a tardar en curarse.
Para cada persona los síntomas son específicos y hablan de su particularidad subjetiva. Las circunstancias externas de malestar por sí mismas no son suficientes para explicarlo, aunque pueden actuar como desencadenantes. Es la biografía lo que configura la existencia de todo sujeto. La mirada psicoanalítica es tal que preconiza que es el propio sujeto el que va descubriendo cual es la realidad de sus síntomas. Y empieza a constatar que desaparecen cuando ya no le hacen falta. Porque el síntoma cumple una función simbólica y sirve de soporte a lo que, el sujeto, en un momento dado de su existencia no ha podido simbolizar de otro modo.
Cada miembro de la pareja está en ella con sus síntomas… desde el inicio de la relación. Aunque esto no sea algo que se pueda ver claro desde el principio.
En la relación de pareja está siempre presente la subjetividad, lo que es tanto como decir que está presente lo inconsciente. Lo inconsciente, que se configura siempre a partir de las vivencias de cada uno de los integrantes a lo largo de toda su existencia. A la vida en pareja se acude siempre provisto de todo ese bagaje. La constitución de una pareja, no es un punto de partida, es más bien un punto de llegada, aunque no se pueda desconocer que también empieza algo… pero el punto de partida no es el cero.
Cuando una pareja se plantea acudir a terapia, es porque se está preguntando por sus malestares; a veces la iniciativa proviene de uno de los miembros otras veces proviene de los dos. En cualquier caso las preguntas que se están haciendo, uno o los dos, van encaminadas a conocer precisamente de qué modo lo sintomático, lo repetitivo, lo incontrolable, lo desconocido, por así decir, interrumpe su vida, y su vida en común. Hay síntomas específicos de cada uno, pero también hay síntomas de pareja, y estos últimos cumplen también una función simbólica, como todo síntoma, pueden estar presentes desde el principio…que es lo más probable, o bien pueden haber sido constituidos en el transcurso de la relación. En definitiva, de lo que se trata en una terapia de pareja… es de averiguar qué lugar simbólico ocupa cada uno de los miembros, tanto para sí mismo, como para el otro.