El sadismo un modo de andar por casa
Fernando Reyes
Espacio Psicoanalítico (Pamplona)
Esquema
- Introducción
- El sadismo, su definición y referentes teóricos
- El título sugiere una cotidianidad de lo sádico
- Las conductas del paso al acto
- Conclusiones e ilustraciones finales
- Bibliografía
- Adenda 1
Introducción
La conferencia de hoy cuyo título es “El sadismo, un modo de andar por casa “se inscribe en el marco de conferencias que con el título genérico de “El maltrato “organiza Espacio Psicoanalítico de Pamplona para el curso 2004/ 2005.
En otras comunicaciones que han tenido lugar en este mismo foro, se ha abordado el tema del maltrato desde diferentes puntos de vista pero siempre tratando de aproximarse al mismo desde una mirada psicoanalítica; hoy, siguiendo en la línea de esa mirada psicoanalítica, pretendo aproximar el contenido de esta conferencia a los aspectos relacionados con las conductas de los agresores, es decir, aquellos sujetos causantes de los malos tratos. La tarea no resulta fácil, pues los datos de los que se dispone a este respecto, que no sean datos que suministran los medios de comunicación, datos superficiales o que solo buscan el impacto de la noticia, son mas bien escasos, puesto que estos sujetos solo acuden a tratamiento, la mayor parte de las veces, enviados por una institución penitenciaria, es decir que espontáneamente es raro el caso en el que un agresor en acto o en potencia acude a tratamiento por propia iniciativa. No obstante lo anterior intentaré traer a colación algunos datos clínicos que nos permitan colegir las posibles causas de estos comportamientos.
Quiero dejar sentado el precedente de que los sujetos maltratadores, desde el punto de vista del psicoanálisis, no pueden ser identificados única y exclusivamente con los hombres, con los varones. Así los términos tales como “violencia de género” quedaría fuera del discurso psicoanalítico, hablando en otros términos y con otras denominaciones como por ejemplo agresión, odio, sadismo, sin que quiera esto decir que estos tres términos sean sinónimos o equivalentes. Y diciendo que en el catálogo de agresiones podemos encontrar tanto agresiones de hombres hacia las mujeres como lo contrario, o de agresiones de mujeres a niños o a ancianos (véanse los casos de niñeras grabadas con cámaras ocultas maltratando a los bebés que cuidan etc.) Para evitar que ustedes se rasguen las vestiduras al escuchar mis palabras, tenemos que rendirnos a la evidencia de que hoy en día, se han multiplicado los casos en los que un hombre agrede a una mujer y en ocasiones, esta agresión es de tal magnitud que la mujer queda mal herida o muerta.
Abro un paréntesis para decir que, para el psicoanálisis la configuración anatómica de un sujeto no es suficiente para saber algo de la identidad sexual de ese sujeto, de tal modo nos vamos a encontrar con sujetos cuya configuración anatómica es la de un varón pero que la mayoría de sus identificaciones van a ser a lo femenino o dicho de otro modo van a ocupar una posición subjetiva femenina o lo contrario, sujetos anatómicamente configurados como hembras cuya posición subjetiva será masculina, y no estamos hablando de homosexualidad. Se nos avecina el problema de decir que es esto de posición subjetiva masculina o femenina, casi son términos que utilizados vulgarmente, coloquialmente, no ofrecerían ninguna duda, hablando con cualquier amigo o amiga nos podría contestar a la pregunta diciendo que un hombre es un hombre y una mujer es una mujer, no crean que esta es un respuesta de Perogrullo puesto que, en algunos de los casos que más tarde les expondré como ilustrativos de conductas agresivas de hombres para con mujeres, si se hacen la pregunta o no tienen respuesta o se la contestan de esta manera.
En tiempos más antiguos, Freud habla del hombre primordial para referirse a esta primera edad de la humanidad, en tiempos remotos, los papeles sociales tanto de hombres como de mujeres puede que estuvieran algo más definidos de lo que lo están ahora, las referencias míticas o totémicas configuraban más estrictamente lo que unos y otras podían hacer, debían hacer. Aunque esto no dejaba de ser una convención en definitiva una invención del propio hombre para intentar gestionar sus necesidades individuales y colectivas, puesto que la mera observación de la naturaleza, el comportamiento de otros animales tampoco daba, ni da en la actualidad, pautas fijas de comportamiento que le sirvieran al hombre como modelo. Es decir que a lo largo del tiempo a través de la cultura el hombre ha tenido que ir cambiando por necesidad sus pautas culturales, en definitiva y en ultima instancia como nos dice Freud en “El malestar en la cultura “es el refrenar de sus pulsiones lo que el hombre se pide a sí mismo a través de la Cultura, donde la Cultura no alcanza a ejercer su función la pulsión se desborda.
En la actualidad el reparto de las funciones domésticas y el acceso al mundo laboral en más o menos parecidas condiciones para ellos y para ellas, desdibuja claramente el contorno de lo que otrora se consideraban claramente funciones propias de los hombres o propias de las mujeres.
Desde el psicoanálisis nos quedan algunos reductos para intentar nombrar algo de lo que nos puede parecer masculino y de lo que nos puede parecer femenino, pero aun así tampoco parece que esto vaya a ser una garantía de acertar, Freud ya nos advierte en su conferencia titulada La Feminidad (Lección XXXIII de sus Nuevas Lecciones Introductorias al Psicoanálisis dictadas en 1932) sobre la dificultad de utilizar sin lugar a dudas estos términos y nos dice:
“Masculino o femenino es la primera diferenciación que hacéis al enfrentaros con otro ser humano y estáis acostumbrados a llevar a cabo tal diferenciación con seguridad indubitable. La ciencia anatómica comparte vuestra seguridad hasta cierto punto, pero no más allá. Masculinos son el producto sexual masculino, el espermatozoide y su vehículo; femeninos el óvulo y el organismo que los hospeda /… / Estamos acostumbrados a emplear los conceptos de “masculino” y “femenino” también como cualidades anímicas, y hemos transferido a la vida psíquica la tesis de la bisexualidad. Decimos, pues, que un ser humano sea macho o hembra, se conduce masculinamente en tal punto o femeninamente en tal otro. Pero no tardaréis en daros cuenta de que esto es mera docilidad para con la Anatomía y la convención”.
Hoy en día seguimos hablando de que él o ella se identifica a los emblemas del padre, él o ella está en una posición narcisista. Él o ella son activos o es pasivo o pasiva y activa. Y poco más. Con términos que posteriormente fueron acuñados por Lacan, al hablar del goce sexual se dice que ambos tanto él como ella participan del goce fálico y que ella además tiene un plus de goce, que le está reservado en exclusiva y al que el hombre no tiene acceso, un concepto un tanto difícil pero que se maneja y en la medida de lo posible se sabe de que se está hablando, al menos entre quienes están cercanos a los círculos psicoanalíticos. Algunos de estos términos nos sirven en cierto modo para diferenciar lo masculino y lo femenino.
También decimos que en la constelación del complejo de Edipo, tanto la niña como el niño tienen que hacer el tránsito desde la identificación absoluta con la madre, en la que sujeto y objeto no se diferencian, se confunden, hasta una clara diferenciación entre sujeto y objeto. Y que para que esto suceda la niña hará un doble recorrido de la madre al padre de nuevo a la madre, y el niño hará un recorrido simple de la madre al padre. Efectuado éste tránsito el resultado será una elección heterosexual de objeto, así para el hombre la mujer quedará constituida como su objeto de deseo y para la mujer será el hijo que espera de él. Éste tránsito no es simple, es complicado y está lleno de avatares y la mayor parte de las veces queda sin completar totalmente y es en el trabajo posterior del análisis en el que se exploran todos aquellos aspectos que tienen que ver con él.
En un primer intento de aproximación al origen de los comportamientos agresivos en los sujetos humanos volvemos a la conferencia de Freud ya mencionada “La feminidad” y seguimos leyendo:
“El análisis de los juegos infantiles ha mostrado a nuestras colegas analistas que los impulsos agresivos de las niñas no dejan nada que desear en cuanto a cantidad y violencia. Con la entrada en la fase fálica, las diferencias entre los niños y las niñas quedan muy por debajo de sus coincidencias” .
En esta conferencia, entre otras cosas, Freud alude a las consecuencias que tiene para la mujer adulta su tránsito por la sexualidad infantil en las primeras fases de su desarrollo y alude sobremanera a la importancia que tiene, tanto para la niña como para el niño, la posesión o no del pene. Y me interesa extraer una cita más de la conferencia para abundar en lo que para los sujetos puede significar la presencia o la ausencia de éste órgano, y dice Freud:
“El descubrimiento de su castración constituye un punto crucial en la evolución de la niña. Parten de él tres caminos de la evolución: uno conduce a la inhibición sexual o a la neurosis; otro, a la transformación del carácter en el sentido de un complejo de masculinidad; y el otro, al fin, a la feminidad normal /… / El contenido esencial del primero es que la niña- que hasta entonces había vivido masculinamente- deja que la influencia de la envidia del pene le eche a perder el goce de la sexualidad fálica. Ofendida en su amor propio por la comparación con el niño, mejor dotado (fálicamente), renuncia a la satisfacción masturbatoria del clítoris (Freud habla de él como de un pequeño pene), rechaza su amor a la madre y reprime con ello en muchos casos, buena parte de sus impulsos sexuales. El apartamiento de la madre no tiene lugar de una vez, pues la niña considera al principio su castración como un infortunio individual, y solo paulatinamente lo va extendiendo a otras criaturas femeninas y, por último, también a la madre. El objeto de su amor era la madre fálica (la que tenía pene); con el descubrimiento de que la madre está castrada se le hace posible abandonarla como objeto amoroso, y entonces LOS MOTIVOS DE HOSTILIDAD, durante tanto tiempo acumulados VENCEN EN TODA LÍNEA… ASÍ PUES, CON EL DESCUBRIMIENTO DE LA FALTA DE PENE, LA MUJER QUEDA DESVALORIZADA PARA LA NIÑA, LO MISMO QUE PARA EL NIÑO Y QUIZÁ POSTERIORMENTE PARA EL HOMBRE”
Sabido esto se puede decir que la niña afronta la castración (la propia y la de la madre) como algo asumido o al menos con posibilidades de asumirlo, por eso decimos que las mujeres saben de la falta. El niño afronta la castración de otra manera, y lo hace desde la angustia de castración, vista la niña que no tiene, vista la madre que no tiene, se supone entonces que él que tiene lo puede perder. Esta angustia de castración está presente en el neurótico. Freud nos habla del sentimiento de culpa en “El yo y el ello” en 1923 y alude asimismo a una instancia psíquica depositaria de toda la normativa prohibitoria para el sujeto y la llama Superyó. Pero existe otro mecanismo que puede tener lugar en el niño al contemplar a la madre castrada, y este es el mecanismo de la renegación – literalmente dirá Freud – negar la castración – “vi que no había pene pero me hago la cuenta de que no he visto nada y sigo pensando que hay”. Esta es la forma que tiene el niño de re-negar la castración, y esto en el caso de suceder no va a ser sin consecuencias. Porque precisamente la renegación es el principal mecanismo que tiene lugar en la conformación de lo que en psicoanálisis se va a llamar la perversión.
El tema del maltrato está hoy día generando una gran alarma social, porque como es evidente, los casos que saltan a la prensa de mujeres que son asesinadas a manos de sus parejas afectivas como se dice hoy, son cada vez más numerosos y no pasa día o semana en la que dos o tres de éstos casos tengan lugar, esto interroga e interroga a todo el mundo a todos los estamentos sociales a todos los foros científicos. Desde el psicoanálisis nos intentamos aproximar al tema con cautela y procuramos no adscribirnos al discurso tan lineal y tan superficial, a mi modo de ver, de considerar estos casos como una ola de machismo que nos invade entre otras cosas porque éste término machismo no deja de ser también muy controvertido. Así hablamos desde un lugar en el que tratamos de considerar el concurso de todas las partes, hablando de la responsabilidad que todo sujeto tiene en los avatares de su vida. Así hemos podido constatar que en algunos casos de maltrato la responsabilidad del caso no podía ser imputada única y exclusivamente a los hombres sino que hemos visto como también las mujeres tenían algo que ver en el asunto.
No es menos cierto que desde la óptica de la sociología, el punto de vista que se mantiene sobre éste especto, es el de que las mujeres por su condición social de menoscabo- dificultad de acceso a puestos de trabajo más cualificados, equiparación sociolaboral con los hombres todavía no lograda del todo- se ven privadas de los instrumentos necesarios para llevar a cabo los cambios necesarios en sus vidas para afrontar y para modificar o romper relaciones tortuosas que les causan un maltrato físico o psíquico- algunos sociólogos piensan incluso que todavía no es tan alarmante para la sociedad todo éste asunto de los malos tratos, como para que se de en la sociedad la reacción suficiente para paliarlos o erradicarlos y que en realidad lo que se hace desde los diferentes estamentos sociales es solo una cuestión de fachada para solventar las situaciones con el único propósito cubrir el expediente.
El psicoanálisis desde finales del siglo XIX y principios del XX, en realidad desde casi sus orígenes, se ha desarrollado gracias a las mujeres. Como todos sabemos los inicios de teoría tienen lugar cuando Freud empieza a escribir sobre la histeria. Las primeras pacientes de Freud que tienen síntomas físicos muchas de ellas se sometieron a tratamiento porque empezaron a pensar que las cosas que les pasaban tenían que tener una explicación diferente de las que los médicos les habían dado hasta el momento.
Freud comenzó a establecer algunos nexos de unión entre el desarrollo de los sujetos y las formas de sus comportamientos neuróticos adultos; empezando a formular hipótesis sobre la importancia del desarrollo sexual y su íntima conexión con dichos comportamientos neuróticos; así en sus “Tres ensayos de teoría sexual” en 1905, se aproxima entre otros temas al tema del masoquismo y del sadismo. Tema capital a lo largo de toda la teoría psicoanalítica, que ha permitido explicar gran parte de los comportamientos de los sujetos, y que como muchos otros de los conceptos en psicoanálisis ha sufrido y sigue sufriendo continuas revisiones, pero en un momento inicial de la teoría podemos leer:
“Sadismo y masoquismo- la inclinación a infligir dolor al objeto sexual y su contraparte, las más frecuentes e importantes de todas las perversiones, ha sido bautizada por Krafft-Ebing (Krafft-Ebing 1840/1902 neurólogo contemporáneo de Freud; fue uno de los primeros que estudiaron sistemáticamente las variantes del deseo sexual y cuya obra capital se titula Psicopathía sexualis) en sus dos conformaciones la activa y la pasiva, como sadismo y masoquismo (pasivo).
Es fácil pesquisar en las personas normales las raíces del sadismo, la sexualidad de la mayoría de los varones exhibe un componente de agresión, de inclinación a sojuzgar, cuyo valor biológico quizá resida en la necesidad de VENCER LA RESISTENCIA DEL OBJETO SEXUAL también de otra manera, no sólo por los actos del cortejo. El sadismo correspondería, entonces, a un COMPONENTE AGRESIVO DE LA PULSIÓN SEXUAL, componente que se ha vuelto autónomo, exagerado, elevado por desplazamiento [descentramiento] al papel principal.
En el leguaje usual, el concepto de sadismo fluctúa entre una actitud meramente activa, o aún violenta, hacia el objeto sexual, hasta el sometimiento y el MALTRATO infligidos a éste último como condición exclusiva de la satisfacción. En sentido estricto sólo éste segundo caso extremo merece el nombre de PERVERSIÓN”.
Y añade en el apartado de: Consideraciones generales sobre todas las perversiones
“La experiencia cotidiana ha mostrado que la mayoría de todas estas transgresiones, siquiera las menos enojosas de ellas, son un ingrediente de la vida sexual que raramente falta en las personas sanas, quienes las juzgan como a cualquier otra intimidad /… /
En ninguna persona sana faltará algún complemento de la meta sexual normal que podría llamarse perverso, y esta universalidad basta por si sola para mostrar cuan inadecuado es usar reprobatoriamente el nombre de perversión /… /
En la mayoría de los casos podemos encontrar en la perversión un carácter patológico, no por el contenido de la nueva meta sexual, sino por la proporción respecto de lo normal, si la perversión no se presenta junto a lo normal(meta sexual y objeto) cuando circunstancias favorables la promueven y otras desfavorables impiden lo normal, sino que suplanta y sustituye a lo normal en todas las circunstancias, consideramos legítimo casi siempre juzgarla como un síntoma patológico; vemos éste último, por tanto, en la EXCLUSIVIDAD y en la FIJACIÓN de la PERVERSIÓN”
Éste término, el de fijación lo utiliza Freud para hablarnos de algo que queda inamovible en el proceso de desarrollo normal de los sujetos, algo que queda quieto, enquistado por así decir, y es un término que nos va a servir para explicar parte de lo que sucede en la configuración de la perversión. La noción de fijación permite reconocer las condiciones en las que un sujeto puede persistir en la búsqueda de satisfacciones ligadas a un objeto desaparecido. Dicho de otro modo, algunos sujetos reclamarían de manera más o menos consciente un tipo de relación especial con la madre, característicos de épocas pre-genitales, Freud también las llama pre-sexuales.
En estos inicios de teoría de principios del siglo XX, Freud nos habla de perversión desde una perspectiva médica, puesto que se adscribe a la definición de desviación de la conducta sexual normal, que además tiene un sentido de reprobación social. En sus estudios sobre la sexualidad infantil y al hablar de las fases del desarrollo dice que el niño sería una especie de perverso polimorfo, puesto que en estas primeras fases del desarrollo las pulsiones caminan por separado y solo buscan sus satisfacciones de manera independiente unas de otras, así nos habla de la fase oral cuya zona erógena principal es la boca, la fase sádico-anal cuya zona erógena principal es el ano y de la fase fálica, cuya zona erógena son «los genitales», Freud concluirá que el tránsito por todas estas fases tiene que tener un resultado final de reorganización y canalización pulsional en la genitalidad posterior del adolescente, en definitiva del adulto, hablándonos así de una imbricación de las pulsiones.
Lacan en su relectura de Freud propondrá un punto de vista en el que dirá que las pulsiones caminan independientes unas de otras y que no es posible hablar de imbricación, así hablará de la pulsión invocante cuyo objeto es la voz, la pulsión escópica cuyo objeto es la mirada, la pulsión anal cuyo objeto son las heces y la pulsión oral cuyo objeto es el pecho.
Llegados a este punto y después de éste somero recorrido teórico, quisiera llamar su atención sobre el concepto de perversión, porque si hemos dicho al hablar de sadismo que es un componente agresivo de la pulsión sexual, también hemos dicho que sólo cuando se constituye como condición exclusiva de la satisfacción es cuando podemos hablar de sadismo como perversión. Es por eso por lo que convendría tratar de aproximarse a éste concepto y decir que es lo que se entiende por perversión, les aseguro que no es fácil, primero porque el concepto es algo controvertido pues hay discrepancias entre los psicoanalistas al respecto y segundo porque la experiencia clínica es escasa, puesto que es muy poco esperable que un perverso entendido en el sentido estructural del término acuda a consulta. Un punto de vista freudiano se aproxima a la perversión entendiéndola como una desviación de la conducta sexual normal y que en algunos casos además es acompañada por la reprobación de la sociedad. Freud aludió a que, y cito textualmente:”los síntomas neuróticos constituyen la expresión convertida de pulsiones que se designarían perversas si pudieran exteriorizarse directamente, sin difracción por la conciencia, en designios de la fantasía y en acciones. Por tanto, los síntomas se forman en parte a expensas de una sexualidad anormal la neurosis es, por así decir, el negativo de la perversión”. Lo que parece querer decir aquí Freud es que la neurosis es como una especie de solución de compromiso que elabora el sujeto para no ser un perverso. Entonces la función que cumple el síntoma es de amortiguación de la pulsión. Lacan considera la perversión como una estructura con entidad clínica propia. Si atendemos a las fases del desarrollo la perversión sería una fijación en lo que Lacan denominó el primer tiempo lógico del Edipo, un tiempo en el que madre-hijo constituyen una unidad inseparable y la intervención de una tercera instancia, lo que conocemos con el nombre de “función padre” o “Nombre del Padre” no ejerce su función de corte con la eficacia con la que debería de hacerlo, eficacia en el sentido de propiciar ese corte esa separación, que se instala en el sujeto de modo tal que le advierte de la imposibilidad de acceder a ese objeto de goce que para él constituye la madre. Sí hablamos del mecanismo de renegación es para decir que es el principal mecanismo que tiene lugar en la conformación de una estructura perversa, la renegación, de la que ya hemos hablado en la introducción constituye un mecanismo mediante el cual el perverso reniega la castración; percibe que la madre carece de pene y al mismo tiempo se niega a aceptar la realidad de esa percepción traumática. Éste mecanismo (inconsciente, claro está) tiene lugar para dejar fijado al sujeto el un lugar de objeto que completaría a la madre imaginariamente, él o ella sería entonces, quedaría constituido como, ese pene que le falta. A esto lo va a llamar Lacan el falo imaginario.
Que mujer o que hombre no se ha encontrado con una pareja, con un partenaire, que no ha puesto como ejemplo de excelencia en cualquier ámbito de la vida cotidiana a su madre, es quizá más frecuente encontrar esta costumbre en ellos que en ellas, porque ellos más que ellas constituyen a su vez para sus madres objetos que las completan con más facilidad porque tienen pene. Ya les hablé con antelación de la importancia que puede tener ese pequeño órgano para el común de los mortales, tanto para denostar su posesión como para ensalzarla. Es sin duda una posición imaginaria pero que como vemos no carece de importancia.
Si bien estas expresiones cotidianas con las que nos podemos encontrar de que “mi madre guisa mejor que tu, es que mi madre es esto, es que mi madre es lo otro”, siempre para poner a sus madres como ejemplo de mejores actitudes, son o pueden ser demostrativas de la persistencia de unos determinados y especiales vínculos de esos sujetos con sus madres, que pudiéramos catalogar de perversos en cierto sentido, esto no puede inducirnos a pensar que los sujetos que las exhiben con más o menos frecuencia sean unos perversos en el sentido lato del término.
Así nos situamos frente a sujetos que en sus relaciones de pareja reproducen patrones de relación con sus madres, esta reproducción de patrones de relación con la madre no son exclusivas de hombres o de mujeres pero si pueden tener una diferente actualización, por ejemplo podemos hablar de posiciones subjetivas en las que se establece una relación materno filial entre marido y mujer, es por eso que algunas mujeres adoptarían un papel de madres de sus maridos y algunos maridos se colocarían respecto de sus mujeres en una posición infantil, es decir de hijos. Si bien esto es algo que se le impone al sujeto es decir que sería el resultado de conflictos inconscientes no resueltos, en todo o en parte, desconocidos para el sujeto, o dicho de otro modo esa persistencia en permanecer en posiciones privilegiadas con respecto al deseo de la madre. Se reproduce aquí un patrón de relación en el que el hombre queda emplazado en el lugar del objeto, ese objeto imaginario que completaría a su mujer.
Para abundar en el tema de concepción de la perversión como una estructura podemos leer en Lacan:
“Todo el problema de las perversiones consiste en concebir de que modo el niño, en su relación con la madre, se identifica con el objeto imaginario del deseo de ella, es decir el falo”
Como saben Lacan acuña éste concepto –el falo- que no el pene, como significante de la falta, inventa éste concepto “falo” para aludir a esa falta constitutiva de todo sujeto humano, y que queda simbolizada en él. Hemos leído antes un párrafo de Freud en el que aludía a la importancia que tenía, tanto para el niño como para la niña, comprobar que la madre poseía o no poseía pene, y qué consecuencias se derivaban para cada uno de ellos de la constatación de la castración materna, es éste concepto de falta el que retoma Lacan para dar al significante “falo “la categoría de representarla.
Y sigue diciendo Lacan en otro lugar:
“La perversión es también un modo particular que tiene el sujeto en relación con la pulsión. En la perversión el sujeto se sitúa como objeto de la pulsión, como el medio para el goce del otro. (Seminario XI, Pág. 185) [Esto implica invertir la estructura del fantasma]
En Kant con Sade Lacan nos sigue diciendo con respecto a la perversión que:
“El perverso asume la posición de objeto-instrumento de una voluntad de goce que no es suya propia sino del gran Otro”
“El perverso es la persona en quien la estructura de la pulsión se revela con mayor claridad y también la persona que lleva al límite el intento de ir más allá DEL PRINCIPIO DEL PLACER va tan lejos como puede en la senda del goce”.
Otros autores también nos aportan datos para intentar aproximarnos al concepto de perversión, y aunque van en la línea ya expresada quizá sea bueno para contrastar criterios teóricos terminar con una última aportación de Serge André (psicoanalista belga) que en su conferencia dada en Laussanne en junio de 1999, sobre la pederastia, entre otras cosas dice:
“En la situación edípica que caracteriza a la perversión, el hombre que es llamado en la realidad a asumir el papel de padre es sistemáticamente dejado de lado (como en una especie de exilio) por el discurso materno que envuelve al sujeto. Convertido así en un personaje irrisorio, en una pura ficción, el padre se ve reducido a ser únicamente una especie de actor de comedia a quien se le pide actuar de padre, pero sin que éste papel implique la menor consecuencia, es un padre para la escena.
El resultado para su hijo es que, aunque la ley, la autoridad y la prohibición estén presentes y sean reconocidas teóricamente, quedan reducidas a puras convenciones de fachada.
El universo subjetivo del perverso se encuentra desdoblado en dos lugares y dos discursos cuya contradicción no impide su coexistencia. De un lado la escena pública, de otro la privada. La escena pública, lugar del semblante (apariencia) explícito, el mundo en el que las leyes, los usos y las convenciones sociales son respetados y celebrados con un celo caricatural. La escena privada, por el contrario, lugar de la verdad escondida, del secreto compartido con la madre desmiente la precedente. Entre la madre y el niño, después entre el perverso y su partenaire, se realiza el ritual, que demuestra que el sujeto tiene “sus razones” para eximirse de las leyes comunes porque se atribuye conocimientos privilegiados sobre los que funda su singularidad”
Así no es extraño encontrarse con sujetos que tras cometer actos de violencia extrema con sus parejas aparezcan ante la opinión de sus vecinos como personas respetables, no explicándose fácilmente como han sido capaces de hacer una cosa así. Aunque en otros casos como ya hemos dicho los actos violentos sí sean crónicas de agresiones o de muertes anunciadas.
Hechas todas estas consideraciones también abría que añadir que la distinción entre actos perversos y estructura perversa implica que, si bien hay ciertos actos estrechamente ligados a estructuras perversas es también posible que tales actos, sean realizados por sujetos no perversos, e igualmente posible que un sujeto perverso nunca llegue a realizar tales actos en realidad.
De lo que cabe derivar que la atribución incondicional de cualquier acto violento para con un semejante, a quienes, desde el punto de vista de la clínica, quedarían catalogados como sujetos perversos, es tan arriesgado como próximo a error. Así no se puede decir que aquellos casos de violencia de los que hoy nuestra sociedad puede dar buena cuenta, caigan siempre bajo la responsabilidad de estos sujetos. Es prudente siempre aproximarse a estos casos con la idea de que son siempre las características particulares de cada sujeto tomado uno a uno las que determinan la posibilidad de hacer valoraciones clínicas pertinentes. Por eso decimos que desde el punto de vista del psicoanálisis no es posible la prevención.
El título de la conferencia ya sugiere algo doméstico, sugiere que lo sádico está o puede estar presente en lo doméstico en lo cotidiano. No me atrevo a decir que esto sea algo nuevo, creo que todos podemos constatar que en las situaciones corrientes de la vida diaria podemos dar cuenta de pequeños actos que podrían calificarse de sádicos, como también de lo contrario, de situaciones que vistas con un poco de detenimiento se podrían calificar de masoquistas, pero quizá por lo común, por lo cotidiano de estos actos, no les demos la mayor importancia, no se la demos hasta que adquieran por su frecuencia o por su intensidad una mayor consideración. Pero podemos hacer una referencia para ver que están muy presentes en todos los ámbitos en los que nos desenvolvemos cotidianamente. La pareja, la familia, la escuela, el trabajo, la calle. Un policía que descarga un porrazo sobre una mujer, en el transcurso de una manifestación, porque previamente ella le ha increpado sobre la brutalidad de su actuación con otro manifestante. Unos jóvenes hinchas de un equipo de futbol que apuñalan a otro joven por el hecho de ser del equipo rival. Un portero de discoteca que arroja al mar en el muelle próximo a la salida de la discoteca de una ciudad costera a un muchacho al que se le ha negado el derecho de admisión en el local, a sabiendas de que el joven no sabe nadar, con el resultado de la muerte del joven por ahogamiento. Jóvenes adolescentes que intimidan a otros dentro del ámbito escolar porque son estudiosos o respetan las normas y a los profesores o simplemente por que sí. Por que les hacen objeto de sus iras y de sus agresiones, con el resultado en ocasiones de la muerte de los acosados. Niñeras que maltratan a los niños que cuidan cuando los padres de éstos están ausentes y que son descubiertas a través de cámaras ocultas instaladas a tal efecto. Cuidadores o cuidadoras de ancianos que les maltratan o les desatienden en sus respectivas residencias, que motivan las denuncias de los familiares de dichos ancianos. Y así un largo etcétera que incluiría también todos los casos de asesinato de hombres para con sus mujeres, para con sus parejas.
Pero siendo estos los casos más destacables, y los más flagrantes no podemos dejar pasar por alto otros casos más sutiles que no son sino manifestaciones de lo mismo. Puedo traerles a colación una situación que me llamó la atención por lo peculiar y lo característico de la misma que me daba datos para corroborar que efectivamente las manifestaciones de lo sádico de su contraparte lo masoquista, están presentes de manera muy gráfica en las manifestaciones infantiles a través de los juegos. Por la calle, unos padres, padre y madre, pasean con unos amigos y llevan un bebé en un cochecito y van charlando entre ellos. Mientras tanto, a su alrededor corretean tres niñas y un niño algo más mayorcitos que el que va en el coche, de unos tres o cuatro años de edad, bajo la mirada más o menos distraída de la madre. Entre risas estentóreas las tres niñas persiguen al niño, correteando entre los adultos y entrando y saliendo de los escaparates de las tiendas, cuando el niño es acorralado por las niñas es sometido a pinchazos y golpecitos con unos palos (ramitas de árbol) que llevan en las manos, hasta que el niño logra zafarse y escapa y así vuelta a empezar. ¡Fulanita, menganito- dice la madre-, ya está bien que os vais a hacer daño! Pero los niños juegan y juegan sin hacer caso de las imprecaciones de la madre pues es tal su goce que no pueden o no quieren atender a otra cosa. Asistimos aquí a un juego a un simulacro de castigo de tortura si se quiere, amortiguado claro porque los niños no se están haciendo daño, no hay más que verles las caras de gusto que tienen ¿podemos pensar que las niñas quieren que su amiguito, muera, se destruya, desaparezca?, O, ¿quizá solo esté presente ese componente agresivo de la pulsión sexual del que habla Freud?, O, ¿ambas cosas?, Porque quizá sean inseparables. La presencia del sentimiento de destrucción del otro es algo de lo que nadie puede escapar, la diferencia entre los sujetos estribará en lo que cada uno hace con ese sentimiento. La ley; la metáfora paterna, el no traspasar la línea de la que Freud habla en “Más allá del principio del placer”, el Superyó, son conceptos que nos hablan más o menos de lo mismo. Son aquellas instancias que se le imponen al sujeto para recordarle que, si vive en sociedad, si está atravesado por el lenguaje, debe anteponer siempre la palabra al paso al acto.
Haciendo una cierta distinción entre neuróticos y perversos – en cuanto a esto último – lo que se puede decir, es que al neurótico, en teoría, le va a resultar más difícil franquear ésta barrera, estará, según la fórmula de lo que Lacan llama el fantasma, del lado del sujeto, podría decirse que hay una cierta angustia ante la posibilidad de pasar al acto que le frena. El perverso por el contrario y también en teoría, tendrá una mayor facilidad para franquear ésta barrera, para ir a situarse del lado del objeto. No quiero decir con esto que un neurótico no sea capaz de atravesar la barrera y pasar al acto, pero en buena ley se espera que le resulte algo más difícil que al perverso en un hipotético caso de – lo que también podríamos llamar – actuación desmedida.
En el caso de las psicosis, se da en llamar a actos de ésta índole, en términos médicos o también jurídicos enajenación mental transitoria, ésta entidad se maneja para dar cuenta de actos violentos que algunos sujetos llevan a la práctica contra otros o contra sí mismos pero que no se enmarcan en el contexto de maltrato o de violencia continuada o esporádica contra las mujeres, en ocasiones también pueden tener lugar en el contexto familiar, se me ocurre pensar en casos de parricidio, aquel joven que asesinó a sus padres con una catana, supuestamente cumpliendo las órdenes de un determinado juego de roles. O jóvenes que se suicidan en grupo, supuestamente también siguiendo las instrucciones de juegos o apuestas que tiene lugar en Internet, no es fácil saber si estos actos estarían dentro de los parámetros clínicos de las psicosis, o los suicidas de la carretera que circulan en sentido contrario hasta que colisionan con un vehículo que les viene de frente, parece que siempre que hablamos de suicidio en la modalidad que se presente hemos de considerar al menos un componente melancólico de estos sujetos.
Pero en el caso de las psicosis es el propio sujeto el que no se sabe bien a veces donde está, por eso hablamos de alienación porque es siempre el Otro con mayúsculas el que estaría ocupando su lugar. Así que en el caso de las psicosis yo no me atrevería a hablar de sadismo en este sentido de una manifestación de lo pulsional en el que lo estamos utilizando.
Porque claro, hay que poder pensar que cuando hablamos de un hombre que maltrata a su mujer o que la mata, hablamos de que tiene una relación con esa mujer y que el acto o los actos del maltrato se producen siempre dentro del contexto de esa relación, porque también habría que hablar de aquellos casos más o menos fortuitos de asesinatos o violaciones por desconocidos, que de vez en cuando se producen, de estos sujetos, no sabemos mucho, podemos pensar que son perversos, que son neuróticos, que son sicóticos, en las clasificaciones diagnósticas psiquiátricas la mayoría de las veces se les pone la etiqueta de psicópatas, y no se sabe más.
Pero quisiera referirme sobre todo a los casos en los que efectivamente el maltrato o la agresión se producen dentro de éste contexto familiar o de pareja y que en la mayoría de las ocasiones es el resultado de un proceso. Se nos presentan diferentes modalidades, mujeres que son agredidas una sola vez o muy pocas veces y que denuncian su caso inmediatamente y con buenos resultados para su protección, por lo menos momentánea, mujeres que no denuncian su situación y que un buen día aparecen muertas. Mujeres que mueren a manos de sus maridos cuando éstos salen de la cárcel tras cumplir una condena por malos tratos. Mujeres que denuncian a sus maridos pero que retiran la denuncia por miedo o por compasión.
Mujeres que interponen denuncias por malos tratos con el único objeto de quedarse con los hijos y con los bienes del matrimonio, desde el punto de vista jurídico hay de todo. Pero me interesa, porque ese también es un objeto de la conferencia, aproximarme en la medida de lo posible a pensar en alguna de las características de los hombres etiquetados de maltratadores. Ya he dicho y si no lo digo ahora, que hacer cualquier tipo de generalización desde el punto de vista de la clínica es algo muy arriesgado y que puede inducir a error, pero hecha esta salvedad se puede también decir que conviene aportar algún dato, si se conoce, para saber que es lo que puede tener lugar en las biografías de éstos sujetos, para que terminen cometiendo actos como los que estamos comentando.
En la revisión de algunos textos sobre Hombres Agresores, bajo la mirada del psicoanálisis, la información se extrae de casos de sujetos que en su mayor parte están acogidos a alguna institución penitenciaria, cumpliendo una condena por agresión o en prisión preventiva por una denuncia en este mismo sentido, siempre sobre mujeres con las que tienen o han tenido algún tipo de relación. Así mismo les aportaré datos recogidos de mi propia experiencia. Basa en casos de hombres denunciados por agresión a quienes tuve que entrevistar en calidad de forense para una posterior comparecencia en el correspondiente juicio como perito.
Cuando hablamos de sujetos agresores nos estamos refiriendo a aquellos sujetos que han consumado una agresión, es decir que han efectuado un paso al acto, vamos a hablar de que es esto del paso al acto.
El paso al acto es una situación en la que el sujeto se embarca en algo absolutamente insospechado, ya que en el actuar se desconoce lo que pude suceder. Se expone a lo incierto y en esto el sujeto se encomienda a sí mismo.
El acto le domina, él no tiene participación en el desenlace ni en las situaciones en las que es conducido en ese pasaje al acto.
La única forma de actuar, la única forma de realizar el paso al acto es no pensando. Es decir que en el paso al acto no hay sentido ni simbolización que lo sostenga. El paso al acto se define por el no pienso, además en el momento de su realización, es algo que no tiene ningún sentido, no hay mediación significante, simbólica, “allí donde pienso no actúo, allí donde actúo no pienso”. Pero el paso al acto también tendría un cierto punto de reconocimiento del sujeto, el acto deja al sujeto encadenado a un signo imaginario, a una marca. Así algunos sujetos quedarían identificados – por el grupo, por la sociedad – con la etiqueta, de ladrones, asesinos, violadores, maltratadores; para algunos de ellos muy a su pesar, para otros como el único recurso para su reconocimiento como sujetos; en definitiva para su identidad.
En Freud el paso al acto, estaría asociado con la pulsión de muerte, esa pulsión de muerte que le llevaría al sujeto a una compulsión de repetición mortífera.
El paso al acto supone para el sujeto colocarse en la posición de objeto, y por lo tanto una aniquilación del ser, siendo el suicidio el paradigma de esta aniquilación. Podemos dar cuenta de casos en los que los asesinos de sus parejas después de matarlas a ellas se quitan la vida ellos. Así los posibles textos de quienes así actúan podrían rezar:
“Yo no soy si no es por ti y a través de tu reconocimiento. “Si tu no me quieres, no me reconoces, para qué seguir viviendo” “pero te llevo conmigo” “para evitar que pueda aparecer en el panorama de tu deseo, otro que me reemplace”. Así la frase tan tópica “la maté porque era mía” tendría que poder reformularse para que dijera “la maté porque yo ya no era suyo”
La posibilidad de colocarse del lado del objeto no es algo exclusivo ni de los neuróticos ni de perversos. Así la única condición que tiene que darse para que esto suceda es la de que el sujeto quede cuestionado como único objeto de deseo para un Otro con mayúsculas, a quien él, el sujeto, considera todo poderoso (un lugar imaginario para una madre no castrada) y que preferentemente ese Otro va a estar encarnado por la figura de una mujer.
Conclusiones e ilustraciones finales
Llegados a éste punto trataré de resumir para aclarar las ideas y decir que la intención última de ésta comunicación es la de intentar averiguar algo más del por qué de éstos actos violentos de éstos hombres que maltratan a sus mujeres y que en ocasiones ese maltrato termina con la muerte.
Especulábamos sobre la idea de que las diferencias sexuales anatómicas podrían aportar algún dato sobre las diferencias entre aspectos masculinos y aspectos femeninos y vimos que estas diferencias no podían explicar nada más que aspectos de forma, de configuración corporal, pero nada más. También hablábamos de los diferentes modos que tienen los sujetos de procurarse la satisfacción de las pulsiones, pero tampoco esto nos dijo mucho en cuanto a diferencias sexuales. También hablábamos de instancias paternas cuya función es transmitir una ley, una ley que interrumpe el goce e instala el deseo, pero esto también parece ser igual tanto para los hombres como para las mujeres. Quizá la única posibilidad que nos quedaría para intentar establecer una posible diferencia, sería la de considerar que el lugar que ocupa el niño, el varón, en el deseo de la madre es o puede ser diferente que el lugar que ocupa la niña y esto solo sobre la base de considerar que uno tiene y la otra no tiene “pene” y que esto configura un lugar imaginario diferente para uno y para otra.
Considerado esto, cabe añadir que, parece poder afirmarse con más o menos margen de error que en el caso de los hombres maltratadores, o agresores aparte de esta posibilidad de ocupar un lugar diferente para la madre, en muchos casos no han alcanzado un lugar suficiente en el deseo del padre, o dicho de otro modo, existe para muchos de ellos una gran dificultad para simbolizar, el lugar del padre, del marido, del hombre. Si bien esto parece constituir un enigma para todo hombre, pues la pregunta que formuló Freud, que es un padre, puede tener tantas respuestas como hombres o mujeres se aproximen a intentar contestarla.
Para ellos, entonces, esta pregunta representaría un enigma particularmente difícil de resolver.
Por otro lado hay que añadir que en las exploraciones de los casos que de un modo u otro pueden llegar a caer bajo la atenta mirada del psicoanalista, se puede constatar efectivamente, que estos sujetos han tenido particulares dificultades de llegar a ocupar un lugar en el deseo de sus padres y me refiero a sus padres y no a sus madres.
“Mi padre no me soportaba, nada hacía bien, cuando llegaba era seguro que me iba a pegar, siempre me decía que no era su hijo, que era un inútil” dice uno de los analizados…
“Mi padre no me pegaba, de eso no me puedo quejar pero me trataba como el hijo de nuestra perra, que decía que yo era su hijo y cuando se enfadaba me mandaba comer al lado de ella, mi padre nunca me nombraba como su hijo cuando me presentaba a la gente, les decía; éste que ves es el cachorro de mi perra”.
Otro de los pacientes dice:
“Mi padre me ignoraba, yo le hablaba y él no me escuchaba, no me veía, hacía como que yo no existía, me daba mucha angustia y lloraba y le gritaba, pero él seguía sin verme, a veces pasaban días o semanas en los que él no me hablaba, ni miraba, ni nada, yo no existía, le gritaba al lado pero nada, después me resigné y ya no trataba de hacer nada para que me viese para que supiese que estaba allí, yo también hacía como que no era nadie y me pasaba el día en un rincón”.
Uno de los sujetos que tuve ocasión de entrevistar con motivo de la exploración que me llevaría a hacer un informe pericial estaba en prisión preventiva a causa de una denuncia por malos tratos y en un momento dado de nuestra entrevista me comunicó lo siguiente.
“Mis padres se separaron cuando yo tenía nueve meses y yo desde entonces he vivido con mis abuelos maternos, cuando yo era más mayor mi padre y mi abuelo discutieron una vez por mí y mi padre le dijo a mi abuelo, ¡bueno pues quédatelo!” (Aunque el abuelo pueda estar tomado aquí en el lugar del padre, al menos se atisba que la pregunta que le cave hacerse al sujeto es ¿quién es mi padre? ¿Me quiere mi padre, sea quien sea?
Hablando de la mujer a la que había agredido, con la cual tenía una hija pequeña, decía:
“Así como pienso que mi abuela es mía, pienso que ella también” (porqué no pensar que aquí la abuela está tomada en el lugar de la madre, y que él alberga un sentimiento de posesión hacia ella más común en muchos sujetos de lo que se puede pensar)
Hablando de su hija:
“Cuando veo algo que es mío y que no me lo dan, me entran ganas de matar”
Al preguntarle por ese sentimiento añade:
“Cuando pienso si me meten la pata… pienso, le meto o no le meto… y pim pam, le meto y luego me arrepiento”
Ocupar un lugar en deseo de los padres es algo tan fundamental para el desarrollo de un sujeto que el hecho de no hacerlo, va a suponer para éste sujeto una desorientación una descolocación total en la sociedad en el transcurso de su vida adulta. Para éste sujeto del que les hablo, el hecho de no ser nada para sus padres, sobre todo para su padre, le habría dejado pegado a la posesión de la madre (en éste caso representada por la abuela) imposibilitándole el acceso al deseo, quedándose fijado en la posesión, concibe como de su propiedad a su abuela (madre), a su pareja, a su hija. “Cuando veo algo que es mío y no me lo dan, me entran ganas de matar”.
Solo hubo oportunidad de mantener tres o cuatro entrevistas, pues el tiempo no daba para más y sólo se trataba de recoger los suficientes datos para elaborar un informe y pasárselo al juez, pero se pudo colegir que la ley no había operado en él y si lo había hecho había sido de manera tan somera que el sujeto se había visto obligado a configurar un ley a su medida.
En otro de los casos objeto de mi estudio, la agresión física no había tenido lugar, pero sí la agresión verbal. La pareja tenía una hija en común de menos de dos años de edad, las peleas y los insultos habían tenido lugar tras plantearse la separación por parte de la mujer, los motivos que aducía eran que él era un vago que no trabajaba – pues por aquel entonces estaba en paro – y que además no era un buen padre para su hija. En el transcurso de una de las entrevistas él dice:
“Reconozco que la insulté y que estuve merodeando por su lugar de trabajo con intención de molestarla y de increparla y lo hice le llamé “puta” y otras cosas, eran momentos de mucha tensión, ella me planteó la separación de repente, yo no tenía ni idea de que fuesen las cosas mal, me dijo que era un vago que no quería trabajar y que además no era un buen padre para la niña”. “Sí que la insulté pero jamás le puse la mano encima ni tampoco le amenacé de muerte como dice ella”.
“A veces cuando estoy con mi hija, tengo que devolvérsela a su madre antes de que sea la hora, porque pienso que no le doy lo suficiente como padre, a veces se me mete en la cabeza la idea de que ella está con otro y eso me angustia y lo llevo muy mal y entonces tengo que dejar de estar con la niña”.
En éste caso no conseguí recabar demasiados datos de la vida familiar del sujeto, de su familia nuclear, parece ser que su vida se había desarrollado en torno a su madre y a sus hermanas que le habían arropado y protegido mucho, sobre su padre no logré obtener dato alguno. Cuando le pregunté por él el sujeto enmudeció. Es difícil aventurar hipótesis, por esta falta de datos, pero al menos si se puede decir que algo de la ley había operado, algo que le impedía llegar al punto de la agresión física. Al mismo tiempo se constata también que para él la pregunta de ¿qué es un padre? Se le presenta como un enigma difícil de resolver.
El sadismo no tiene porqué concretarse en un acto de violencia física, por que, acaso no es una manifestación de lo sádico, el que un padre ignore a su hijo hasta tal punto de decir que es hijo de una perra, que lo ubique en el lugar del cachorro del animal, o que lo considere como un objeto de intercambio al cual renunciar en un momento en el que las cosas vienen mal dadas, “Bueno no discutamos, si lo quieres, quédatelo”. En estos casos lo sádico toma cuerpo en esa forma de aniquilar al otro como sujeto, ubicándolo en el lugar de objeto y un objeto de desecho.
El padre mata al niño sin matarlo biológicamente, lo mata en el orden simbólico, lo expulsa, lo deja caer, el niño cae como desecho, por ello ante situaciones centrales de sus vidas, como casarse o ser padres, producen automáticamente una destrucción, por la imposibilidad de sostenerse en esos lugares, por la imposibilidad de encontrar un referente, un significante que les permita asumir esas funciones y caen identificándose al resto, al objeto de desecho; el paso al acto es la única posibilidad que les queda; ante la imposibilidad de hacer síntomas, actúan, sujetos que son a partir del acto, acto que se vuelve más agresivo y más frecuente, repetición del acto hasta la muerte.
Quiero poner especial cuidado al decir que la aproximación que hoy día se hace a lo que se está dando en llamar violencia de género, que según parece, tiene su origen o su continuidad en los restos de una cultura machista que cae en desuso, es una aproximación sesgada. Algunos de los casos de agresores recogidos en los estudios a los que he tenido acceso, demuestran que las desigualdades sociales y culturales entre los sexos pueden en muchos casos ser los desencadenantes de las agresiones pero no propiamente sus causas, sino que por el contrario es el hombre en el desarrollo de su propia biografía quien adolece de una falta de respuesta simbólica a los enigmas que le plantean las preguntas ¿Qué es ser un padre? ¿Qué es ser un hombre? ¿Qué es ser?
“Sé que está mal golpear a las mujeres, pero no puedo evitarlo, la rabia me invade y haga lo que haga ella me enfada y la golpeo frenéticamente, sé que está mal y nada tiene que ver ella.” Dice otro de los sujetos.
Y las preguntas que cabe hacerse aquí, ¿Pero porqué esos enfados a que responden? En este mismo foro hemos escuchado también en alguna ocasión que siempre que hay agresividad hay algo de la castración en juego. La agresividad opera como un corte para el goce porque pone en contacto con la falta. Algo que nos confronta con la falta es lo que nos enfada. El odio al otro es el odio a uno mismo, el odio es en definitiva odiar el goce del otro. El goce del otro marca la diferencia entre yo y el otro, entre mis goces y los suyos.
La conclusión a la que podemos llegar es que los hombres que ejercen violencia sobre sus mujeres o sobre sus hijos, no tienen, en la mayor parte de los casos, una historia de violencia física ejercida sobre ellos, pero sí una historia de ocupar un lugar de objeto de desecho. Un último testimonio de los recogidos así lo demuestra:
“ Nunca hubo gritos ni malos entendidos, mi padre nunca me pegó siempre le obedecí, como a mi madre,, pero él siempre estaba insatisfecho y molesto con todo lo que yo hacía, a veces me decía que dudaba que fuera su hijo, que era un inservible.”
En definitiva y a modo de conclusión final habría que poder decir que “El hombre golpea, maltrata y ridiculiza a la mujer, porque él deja de ser su único objeto de deseo y eso no lo puede soportar, puesto que eso le saca de un lugar en el que participa de ese goce narcisista que para él constituye ser el falo imaginario”
Fernando Reyes 12 de Marzo de 2005
Bibliografía
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S. Freud “Pulsiones y destinos de pulsión” (1915) Amorrortu Editores Vol. XIV
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S. Freud “El yo y el ello” (1923) Amorrortu Editores Vol. XIX
S. Freud “El problema económico del masoquismo” (1924) Amorrortu Editores Vol. XIX
S. Freud “Nuevas lecciones introductorias al psicoanálisis” 33ª Lección “La feminidad”
S. Freud “El malestar en la cultura”
J. Lacan “La dirección de la cura” Escritos técnicos Vol. I
J. Lacan “El sujeto al fin cuestionado” Escritos técnicos Vol. I
J. Lacan “Kant con Sade” Escritos técnicos Vol. II
J. Lacan “De una cuestión preliminar…” Escritos técnicos Vol. II
J. Lacan “Subversión del sujeto…” Escritos técnicos Vol. II
J. Lacan «Seminario I Los escritos técnicos de Freud»
J. Lacan «Seminario IV La relación de objeto»
J. Lacan «Seminario VIII La transferencia»
J. Lacan «Seminario XI Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis»
Instituto Navarro de la Mujer “Taller sobre la repetición de la violencia sobre la mujer” 2001
Centro de investigaciones sociológicas CIS “Las uniones de hecho en España”
(Gerardo Meil Landwerlin)
Revista IMAGO (Revista de Psicoanálisis Psiquiatría y Psicología) Vols. 14 y 15
Dutton, D.G. y Golant, S.K. (1977) El golpeador: Un perfil psicológico. Barcelona. Paidós
Adenda 1
Notas tomadas de la película “Te doy mis ojos”
Nota de la directora Itziar Boyaín:
Después de “Flores de otro mundo” quería hacer una película más concentrada, menos coral, y quizá por ello más descarnada e intensa y hacía tiempo que la coguionista Alicia Luna y yo le dábamos vueltas al tema de la violencia en la pareja, y veíamos que aunque es una constante en los medios de comunicación había muchas preguntas que no sabíamos contestar.
¿Porqué una mujer aguanta una media de diez años junto a un hombre que la machaca? ¿Por qué no se va? ¿Por qué no sólo no se va sino que incluso algunas aseguran seguir enamoradas? Las razones de dependencia económica no explican el hecho de que una de cada cuatro mujeres en Europa y Estados Unidos asegure haber vivido una relación de violencia en su vida.
Según fuimos documentándonos descubrimos que una de las razones primordiales era que “siguen en la esperanza de que el hombre cambie”. Así, nuestro personaje es una mujer que sigue esperando cada día que entre por la puerta el hombre del que se enamoró… ¿Pero quién es ese hombre? ¿Por qué no existe apenas un perfil del mal tratador? Y ¿Porqué estos hombres maltratan durante años a quienes dicen querer con toda su alma?
Hay hombres violentos físicamente, hay otros que son violentos también psicológicamente y probablemente son los que más daño hacen. Los hay verdaderamente crueles y los hay que son también víctimas de sí mismos, que no saben solucionar sus conflictos sino es mediante la violencia, que necesitan tener a la persona “que quieren” controlada (el subrayado y las comillas son míos), que tienen mucho miedo… y ese es el hombre de nuestra película, alguien que tiene posibilidades de verse a sí mismo y de cambiar.